En estos tiempos nuestros de infecciones y contagios, parece oportuno evocar otros, un siglo atrás, en que las cosas no eran muy distintas. Existían ya por entonces vacunas para el cólera, la peste, la rabia o la difteria; se anunciaban las de la tuberculosis y la tos ferina, y estaban aún por venir las de la fiebre amarilla, el tifus, la gripe, la poliomielitis… Y también la del sarampión, que no llegaría hasta 1963, una enfermedad grave, altamente contagiosa, que afectaba sobre todo a niños de muy corta edad, lo que generaba una enorme inquietud en la sociedad. Ir a Breves.
Dos epidemias y una tragedia (1928 y 1931)
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