Nada nos acerca más al prójimo que las vivencias compartidas: los anhelos, esperanzas y realizaciones; las tribulaciones, contrariedades y desengaños. Y, por encima quizá de todo, el terror, el terror pánico. Los morachos viejos nunca podremos olvidar la tarde de una feria de los primeros años sesenta (¿1963?), cuando corrió como reguero de pólvora en toda la villa la noticia de que un león acababa de escaparse del circo y andaba suelto por las calles. Se trataba en realidad de una falsa alarma, pero eso se supo bastante después. Durante un buen rato se apoderó de nosotros un espanto que desembocó luego en innumerables anécdotas, historietas y hablillas, que relatábamos con tanta profusión como regodeo… Ir a Breves.
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