Si nuestra villa era a la altura de 1667 «patria fértil de hijos que han adornado muchas religiones» —como escribía entonces el padre Muñoz Suárez—, no parece que años después declinara semejante título: hacia 1705 don Vidal Marín del Campo había sido promovido a inquisidor general del reino, fray Alonso de Biezma gobernaba como ministro general la orden franciscana, y muchos jóvenes morachos hacían su noviciado en el monasterio toledano de San Juan de los Reyes, en número superior, por cierto, al de cualquier otro lugar de procedencia, incluidos Madrid y Toledo. Ir a Personas y personajes.
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