Tal vez una de las lecciones más provechosas, y más alentadoras, que nos brindan nuestros rastreos en el pasado de Mora es la que nos hace comprender que, en muchas ocasiones, anécdotas supuestamente intrascendentes, ocurrencias presuntamente triviales, vidas aparentemente insignificantes, adquieren un alcance no por imprevisto menos apreciable. Es lo que sucede, creemos, en el caso que ha descubierto para nosotros nuestro querido amigo José María Gómez González, joven historiador moracho: la inquietante petición que hacen a la alcaldía los serenos de la villa en enero de 1932. Ir a Casos y cosas.
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