Cuando el 15 de febrero de 1921 se incorporaban a filas los reclutas del llamamiento de ese año, el periodista anónimo iniciaba su columna con el consabido tópico amable: «¡La savia de la patria! ¡Las rosas más lozanas del huerto!», que enseguida trocaba por un crudo pesimismo: «Pero los menos son fuertes; los más, enclenques, débiles, enfermizos. Llevan en su cuerpo las huellas de la decadencia de la raza. Sus pechos huesudos, descarnados; sus mejillas lacias; sus bíceps flácidos, tienen el valor de profecía». De ello venía a dar fe el «desfile de cifras trágicas» en que se fundaba a continuación… Ir a Cajón de sastre.
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