Uno de los episodios más angustiosos vividos colectivamente a lo largo de nuestra historia es el del azote de la arañuela que padecieron los olivos de Mora a comienzos del siglo pasado. La plaga venía ya de algunos años atrás, pero las proporciones que había adquirido a lo largo de 1907 habían sumido en la zozobra a la villa entera, aterrada ante la negra perspectiva de la ruina. Tendría que transcurrir todo un lustro de afanes e inquietudes para que la amenaza quedara conjurada, y eso gracias al empeño de muchas personas y a los desvelos y sabios oficios de don Leandro Navarro, quien se ganaría con ellos el respeto, el afecto y el agradecimiento de los morachos, que le seguimos recordando en nuestros días desde una de las calles más céntricas de la villa… Ir a Breves.
Don Alfredo de Partearroyo escribe una carta
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Muy interesante todo, he disfrutado un montón y más cuando nombran a personas de tu familia. Muchas gracias por vuestra investigación. Qué pena que no vayamos tanto al pueblo. Un abrazo.